En nuestro país, la evaluación no está referida solo a los aprendizajes disciplinares, sino que en los últimos años se ha incorporado la evaluación de habilidades y actitudes socioemocionales que permiten tener una visión más amplia e integral de la calidad de la educación.
In our country, the evaluation is not only related to the disciplinary learning but in recent years the evaluation of socio-emotional skills and attitudes has been incorporated which allow a broader and more comprehensive vision of the quality of education.
Durante las últimas semanas hemos aplicado las pruebas de evaluación del SIMCE en tres niveles del sistema escolar: segundo medio, sexto y cuarto básico, respectivamente. Al respecto, quisiera distinguir dos planos que suelen discutirse y en los cuales tienen sus focos: la evaluación del sistema educativo y la evaluación de los aprendizajes de los estudiantes en las salas de clases, el cual hace referencia a las prácticas pedagógicas y al sentido que ahí adquiere o se le otorga a la evaluación.
Primero, si bien la evaluación de los sistemas educativos -aunque no constituye un fenómeno nuevo-, se ha incrementado en las últimas décadas, ello se asocia a la apertura democrática, a la rendición de cuentas y al control del gasto público, a la mejora de la competitividad socioeconómica, y a la descentralización que busca una mayor responsabilidad por parte de los actores educativos con los resultados socialmente deseables que se expresan en los currículos y más recientemente en los estándares que de ellos se desprenden. Entonces, evaluar es una práctica habitual que se sustenta sobre estudios periódicos nacionales e internacionales. Otro tema es que los resultados de los esfuerzos realizados parece que no llegan a satisfacer las expectativas que hay acerca de su utilidad final, sea para la orientación de políticas públicas, o para usos más específicos dirigidos a mejorar los procesos organizacionales y/o los relativos a los de enseñanza-aprendizaje.
Definir un modelo de referencia para la selección de variables que considerar y especificar las características conceptuales de la calidad que se pretende evaluar, así como los procedimientos o metodologías para la elaboración de los sistemas de cuestionarios de contexto, constituyen un desafío de mejora permanente al cual nuestros académicos están llamados a contribuir. En nuestro país la evaluación no está referida solo a los aprendizajes disciplinares, sino que en los últimos años se ha incorporado la evaluación de habilidades y actitudes socioemocionales que permiten tener una visión más amplia e integral de la calidad de la educación.
Segundo, en lo que dice relación con la evaluación de aula, reconocemos que la evaluación de los aprendizajes es una de las tareas de mayor complejidad que realizan los docentes, tanto por el proceso que implica como por las consecuencias que tiene emitir juicios sobre los logros de sus estudiantes, que requiere de una mayor profesionalización y que las instituciones formadoras tienen la primera responsabilidad con lo que Michael Fullan denomina como la formación del capital profesional. La Agencia de Calidad de la Educación ha estado aportando en la entrega de orientaciones para la adopción de la Evaluación Progresiva y la Evaluación Formativa como estrategias metodológicas integrales que hacen referencia a los estándares de aprendizaje, pero que también constituyen un reto a la capacidad de contextualización teórica por parte de los docentes del país.
Estas evaluaciones son hoy nuestro desafío: lograr entregar herramientas a los docentes para que, con sus propios sistemas de evaluación de estudiantes, les permita tener un correlato con las evaluaciones externas, con una mirada más amplia de la calidad, y que finalmente permita que todos nuestros estudiantes aprendan, que es el objetivo último de la educación.
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